lunes, 29 de septiembre de 2014

EL PEQUEÑO YONA Y EL BOSQUE DE QUÉ HARÍAS TÚ SI...

Parte 4

  Pom, pom...pom,pom...
  Vista nublada, tacto ausente. No había olor ni gusto en el ambiente. Solo el latido acompasado de su corazón. De menos a más, acompañándolo en su vuelta a la escena. Pom, pom...pom, pom... 
  De nuevo la voz del roedor irrumpía en su letargo:
- ¡Yona!, ¿qué tal te encuentras?, ¿me oyes ahora verdad?. Chicos creo que está recobrando la conciencia.

  Ya no distinguía lo que había sido sueño, realidad o ficción en las últimas horas. Quizá aquella bestia había sido producto de su imaginación, la verdad era que no distinguía entre lo ocurrido antes o después. Estaba tan confuso que no tenía fuerzas ni voluntad para tratar de razonar lo que estaba viviendo. De forma automática abrió los ojos, sabiendo que vería a sus tres amigos enfrente, preocupados y esperado escucharle un: estoy bien.  

- ¿Jaro, eres tú? - preguntó Yona
- Ah, veo que estás bien chico. Reconoces a este otro joven entonces. Nos tenías con el corazón en un puño - intervino Añarasum.
- ¿Cuánto tiempo llevo desmallado, dormido o...no sé?
- Tranquilo Yona, no te ha pasado nada grave. Te diste un golpecito en la cabeza, te saldrá un chichonazo que ya verás, jejej - tranquilizó a Yona el otro chico.
- ¿Qué demonios haces tú aquí Jaro?, no decías que no entrarías en el bosque nunca. Te acordarás de la cantidad de veces que me has dicho eso. Bueno, total qué más da. Me alegro de verte. ¿Has visto a mi madre  esta tarde?, estará cabreada. Me va a caer una buena.
- ¿Cómo dices?, ¿de qué bosque hablas Yona?. Chicos ayudadme a levantarlo - dijo extrañado Jaro.

  Yona miró a su alrededor. Ni rastro de los árboles, arbustos, lago, hierva. Estaba en el patio de la escuela. Esos muros eran inconfundibles. Casi podía leer desde esa posición su firma labrada con el compás en el hormigón a unos diez metros de él, junto a la puerta de acceso al gimnasio. Su confusión era tal que no pudo articular palabra. Tan sólo paseó la mirada, dolida por un extraño brillo más propio de una luz artificial, digiriendo lo que estaba pasando. Todos sus compañeros de clase estaban presentes, rodeándolo y haciendo bruscos movimientos jactándose de risa y señalándolo. Lo verdaderamente extraño era que no podía oír sus risas ni sus palabras. Sólo veía sus cuerpos, sus expresiones. Le hacían sentir un ridículo monumental, pero no hacía nada por evitarlo. Sentía un extraño magnetismo visual hacia la cara de sus espectadores. Iban pasando por sus retinas de forma relentizada y detallada, con una clara intención de ofenderle y ridiculizarle. Parecían multiplicarse en número y ya no podía ver nada mas allá de aquellos rostros. Estaba absolutamente rodeado de compañeros que se jactaban en silencio de él. Podía ver a Sebas, su compañero de laboratorio los martes, enfrente de él, señalando con el dedo su posición y con una mueca forzada en su boca que evidenciaba una carcajada tal que podía llegar a desencajarle la mandíbula. Lo curioso es que podía ver a su amigo también tres o cuatro filas de personas más atrás. Y también a su derecha e izquierda. Se repetía su imagen por todas partes, y lo mismo pasaba con Tesio, Jorge, Raco, etc...
  La escena era muy confusa para Yona, seguía sin poder decir una palabra. Un estado de ansiedad crítico fue apoderándose de sus pensamientos. Aquellas figuras parecían aumentar su tamaño cada vez más, llenando todo el espacio, cruzándose en su mirada en cualquier dirección. Volvían los dolores de cabeza. Sus pensamientos giraban como una turbina difuminando toda claridad de formas y perfiles. Tuvo un momento de lucidez en esa niebla de sensaciones y se dio cuenta de que esos dedos y rostros impostores no le señalaban directamente. No le seguían en sus movimientos de cabeza ni parecían reaccionar a su sorpresa ni preocupación. Lejos de tranquilizarle, aquello le sobresaltó aún más y se retiró unos metros a rastras hacia atrás. Se echó las manos a la cabeza y frotó con empeño su cara antes de volver a mirar a su alrededor. Cuando levantó la vista confirmó sus sospechas. Nadie le señalaba directamente ahora. Seguían obcecados mirando, riendo y apuntando con el dedo hacia su anterior posición. Yona parecía ausente en aquella escena. Eran dos relatos distintos que se encontraban en el espacio y no el tiempo. Lo extraño es que esa sensación de sentirse señalado, culpado, sometido, ridiculizado, le era muy familiar y sentía que había parte de él que seguía en ese centro de las miradas. Lo que estaba pasando sobrepasaba toda capacidad de razonamiento y ahora estaba a merced de una sensación tremenda de ignorancia y desconcierto. Un vacío tal que le impulsaba a empezar de cero, a reescribir sus creencias y meditaciones. Algo o alguien parecía estar guiándole en ese laberinto de fantasía y confusión. Más allá de todas las irrealidades que estaba percibiendo había algo, una extraña convicción de que aquello estaba sucediendo por alguna razón concreta, que le ayudaría a resolver el rompecabezas que se había planteado en su cabeza.
  De repente vio algo que le sacó de sus reflexiones. Había una persona caminando entre sus compañeros con el paso y la mirada fijos en una dirección contraria al resto de los presentes. No podía ver su cara pero sí reconocía una larga melena castaña que reposaba sobre su espalda, siendo evidente que se trataba de una mujer. Sin duda sabía quién podía ser. Se levantó y empezó a caminar hacia ella. Ahora percibía también unos andares demasiado familiares. No hacía falta ver más, era su madre. El chico apretó el paso, empujando a sus compañeros que parecían atrapados en una realidad anterior y seguían riendo y señalando el lugar donde había estado él tumbado. La figura femenina parecía alejarse cada vez más entre la multitud. Gritó su nombre mientras luchaba por abrirse paso entre aquellas esculturas animadas. Recriminó su cruda indiferencia.

- ¡Mamá!, por qué no me respondes. ¡Para por favor!. ¡Mamá!.

  Cuando ella estaba apunto de doblar la esquina giró su cabeza hacia el chico, quien se quedó paralizado al ver quién era. El pelo, la forma, los movimientos al andar, todo le recordaba a su madre, sin embargo la cara no era la de ella sino la de su padre. Esto terminó por confundirle del todo. Qué demonios estaba sucediendo. Volvió a achacar todo a un sueño, pero era demasiado evidente y real lo que estaba viviendo. Seguía invadiéndole esa sensación de que llegaría a comprender todo aquello, de que estaba yendo por el camino correcto a pesar de todo aquel mar de dudas e ideas distorsionadas. Siguió caminando hacia el ente que mezclaba rasgos de su madre y su padre. Éste se adentró en un portón grande, metálico y bastante descuidado. Aquella no coincidía con ninguna de las puertas que daban al patio del colegio, donde se suponía que se encontraba Yona. El escenario había cambiado y todo era sombrío en su entorno. Habían desaparecido sus compañeros a su espalda. Parecía no haber ocurrido nada de lo vivido instantes antes. Había un camino de tierra que partía desde el portón y se perdía en el horizonte en la dirección de la que venía el chico. Dos figuras se reconocían caminando hacia él desde la lejanía, una de tamaño normal y otra extremadamente bajita. La segunda era Añarasum, sin duda. La otra era un hombre vestido con bata blanca, desconocido para Yona, de la edad de su padre más o menos. Había algo en él que le atraía. Al mirarle sentía alivio, parecía ser portador de las respuestas que andaba buscando. Cuando llegaron a su altura el hombre sonrió ligeramente y le miró de una forma muy cómplice. Tanto es así que pudo reconocerle con ese gesto. No conocía nada de ese hombre pero sabía que podía confiar en él. 

- Hola Yona, nos ha costado mucho llegar hasta aquí, el camino ha sido largo.

... continuará