miércoles, 16 de octubre de 2013

EL PEQUEÑO YONA Y EL BOSQUE DE QUÉ HARÍAS SI...

PARTE 2

... - ¡Maestro!, ¿está bien?. ¡Por Tutatis!, ¿qué podemos hacer por usted? - gritaba Pito ensordeciendo al personal.
  Yona atendía perplejo. Había llegado a aceptar que esos animales hablaran. Pero hacer referencia a deidades Celtas, eso ya era demasiado, pensó.
- ¡Cállate!, por todos los sauces - intervino Zinrodoc -. No ves que se va a poner peor con tu nauseabunda voz de pito, maldito psicópata. Podrías hacernos un favor y...
- ¡Psicópata!, ¿te parece apropiado llamarme a mí psicópata?. ¿Acaso conoces a alguien que se preocupe más por los demás aquí?. Y me lo dices tú, rufián insensible.
- Sí, psicópata e inaguantable. No te soporta ni tu sombra.
- Anda que mira quién fue a hablar...
- ¡Chicos!, ¡silencio! - sentenció Yona -. ¿Podéis dejar de pelear por un momento?. Aun no nos ha podido decir este pobre roedor lo que le pasa.
- ¡No es un pobre roedor!. Es el Maestro del bosque, el gran Añarasum - dijo Zinrodoc aleccionando.
- Tranquilo joven. Lo de estos dos no tiene remedio - confesó la musaraña entre lamentos a Yona -. Lo más probable es que un día nos den un disgusto a todos.
- Señor, ¿está usted bien? - preguntó más calmado el alado.
- ¡Oh sí!, muy bien. De hecho estoy mejor que nunca - respondió tras un pequeño ataque de tos rasgada que pareció haber puesto fin a su sufrimiento -. He trabajado duro toda la vida por mi familia y por todos los habitantes del bosque, he tratado de dar ejemplo y de transmitir toda mi experiencia a los que me rodean. Ahora, con la certeza del trabajo bien hecho, solo me queda ser un simple espectador de mis últimos coletazos. Así que puedo decir que, a pesar de estos dolores cada vez más frecuentes, me encuentro muy bien. observaré cómo pasa el tiempo y descansaré... ¡qué pasa chico!, parece que hayas visto un fantasma. ¿Estás bien?.
- Claro... es que... verá, esas mismas palabras son las últimas que escuché a la abuela Telma - continuó Yona -. Eso de: con la certeza del trabajo bien hecho, solo me queda ser un simple espectador de mis últimos coletazos. Es exactamente lo que me dijo la mañana del día que falleció. ¿Qué coincidencia no?, no importa. Disculpe por haberle interrumpido.
- ¿Cómo te llamas Joven? - preguntó Añarasum.
- Se llama Yona y vive muy cerca de aquí. Suele jugar en la cabaña de madera que le construyó su padre - intervino Pito.
- Pero... ¿cómo sabes todo eso?. Yo no te he contado nada de la cabaña, ni de mi padre.
- Te llevo viendo hace mucho tiempo jugar allí. También vi cómo tu padre construía esa caseta. Era divertido miraros jeje - dijo Pito.
- ¡Ah!, bueno... en realidad tiene razón - recapacitó Yona dirigiéndose a Añarasum -, me llamo Yona y vivo con mis padres y hermanos al otro lado de las tierras que quedan por allí - señaló con el dedo de forma orientativa, pues el mar de troncos hacía difícil situar su posición -. Vengo a jugar muy cerca del bosque casi todos los días. Como ha dicho Pito mi padre me construyó una cabaña de madera, bueno yo también ayudé, y me encanta pasar allí las tardes.
- ¿Cómo es que nunca antes habías entrado en el bosque? - preguntó el Maestro.
- Pues... verá. Mis padres me lo tienen prohibido. Y además están todas esas historias.
- ¿Historias?, ¿qué historias? - preguntó Zinrodoc.
- Bueno... ya saben. Sobre este bosque.
- ¡Sobre este bosque! - se extrañó el gallináceo -. ¿Y qué historias son esas si se puede saber?.
- Son muchas. Cada uno cuenta una distinta. Casi todos los que han entrado han perdido la cordura y ahora son atendidos por el sanitario del pueblo casi a diario. El otro día oí una conversación entre la señora Covac y mi madre. Contaba la primera que su marido ya no era el mismo. Tenía horribles pesadillas y estaba atormentado por imágenes de terribles fieras descomunales que le habían atacado aquí, de un tamaño similar al de un caballo con enormes dientes y garras afiladas. ¿Es eso cierto?, ¿hay criaturas de ese tipo por aquí?.
- Tú no lo creíste, ¿verdad? - dijo Añarasum -. Si no no habrías venido.
- Lo cierto es que no. Ni esa ni otras historias que aparecen cada semana, pero algo tiene que pasar a toda esa gente.
- ¡Ah!. ¿Y qué crees que pasó entonces esa y todas las veces?.
- Bueno... no sé. Tal vez solo veamos lo que queremos ver y no lo que ven nuestros ojos. Aquellos hombres parecían estar desquiciados ya de antes de entrar aquí.
- Excelente Yona. Eres un chico muy inteligente. Es algo que nos pasa a menudo a todos, ¿verdad?: solo vemos lo que queremos ver. Nada puedo decirte sobre esas bestias que describen algunos, pues nunca he visto nada parecido por aquí. Pero no quiero decir con eso que aquella gente mintiera. Te sorprendería lo incrédulos que podemos llegar a ser ante la evidencia cuando se trata de aceptar la realidad tal y como es y no como nos gustaría que fuera.
- Ya lo creo - dijo Yona.
- ¿Crees que es pura casualidad que tu abuela dijera esas palabras antes de dejaros y que yo las haya reproducido ahora?.
- El tío Ben dice muchas veces que no existen las casualidades, solo las causalidades entrelazadas. Y yo creo que no estoy aquí hablando con ustedes simplemente por haberme decidido al fin a venir al bosque. Es más, hay algo en todo esto que me es muy familiar, más allá de lo extraño que se me hace hablar con ustedes y comprobar la vitalidad que se percibe en este lugar. No sé... siento que he hecho bien en venir por alguna razón que se me escapa. Y que usted haya dicho eso antes solo ha confirmado mis sospechas.
- Yona, ¿qué harías si te dijera que yo conocí a tu abuela Telma y que estuve a su lado hasta el último momento, a pesar de que tú no me vieras nunca?. ¿Te irías corriendo a casa verdad?. Y pensarías que ha sido un error venir.
- No, señor. Como le he dicho, siento que debo estar aquí. Y creo que no tengo por qué tener miedo. Al menos eso creo.
- Bien. Entonces conozcamos un poco más este bosque y veamos si hay más claves que puedan dar sentido a esa fe que describes.
... continuará.

1 comentario:

  1. Para cuando la terrcera entrega?? Que tio listo Añarasum...

    ResponderEliminar